Hace cincuenta años un foráneo a nuestra Isla de El Hierro se sorprendía que en todas las casas que visitaba mandaran al niño, o al abuelo, a la bodega por vino. Pero, por caluroso que fuese el día, nunca le daban agua, un líquido mucho más escaso. El vino era un producto casero, un alimento esencial y apreciado. Había unas familias en cada localidad, sin embargo, que tenían bodegas más ambiciosas que vendían vino en la Isla y también fuera. Incluso venían gomeros y palmeros a los pueblos para llevarse el excedente. En los setenta se empezó a notar el cambio demográfico, social y económico. La Isla acusaba el descenso de la población a causa de la emigración a Venezuela, las comunicaciones con el “mundo de fuera” mejoraron, se construyeron carreteras y se puso luz y agua municipal a las casas, y, naturalmente, el sector vitivinícola (si se podía llamar “sector”) se vio afectado. Era cuestión, no de adaptarse, ni de renovarse, sino de empezar de cero otra vez.
En los ochenta, los años de plena euforia cooperativista, el Cabildo de El Hierro promovió la creación de la Central Vinícola de la Cooperativa del Campo de la Frontera y, con instalaciones y maquinaría modernas, en 1986 con las uvas de 93 viticultores se elaboraron los primeros vinos de la nueva era. Se comercializaron bajo la etiqueta de “Vino Herreño” y pronto se vio que era necesaria una Denominación de Origen para poder competir en un mercado cada vez más liberalizado e interconectado. En 1990 se aprueba la constitución de la Denominación Específica El Hierro, promovida por la Central Vinícola, y entre 1994 y 1996 se siguen los pasos para crear definitivamente la Denominación de Origen El Hierro con su correspondiente Consejo Regulador. Dependen del Instituto Canario de Calidad Alimentaria.
- Barbuzano Chávez, Carmen Rosa
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